
En la torre, prisionero, guarda en un reloj de agua el tiempo. La veleta desde el techo, contempla el azote de ocho vientos que ni de si mismos se apiadan. Arrasan con ira, y furiosos, arrancan su propia raíz para perderse en la nada.
Y de nuevo vuelve la calma.
...y de nuevo la calma... ¡Precioso!
ResponderEliminarTodo se va consumiendo, con ese aire, con esa lluvia. Al dulce movimiento de la veleta.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.